Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza,
delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas,
me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo.
Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin,
comprendía que había sido feliz y que lo era todavía.
Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo,
me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores
y que me reciban con gritos de odio.
El extranjero, Albert Camus.
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