Hicieron descorrer un panel de papel de arroz, y Hervé Joncour entró.
Hara Kei estaba sentado con las piernas cruzadas, en el piso,
en la esquina más lejana de la habitación.
Llevaba una túnica oscura; no tenía joyas.
Único signo visible de su poder,
una mujer extendida a su lado, la cabeza apoyada en su regazo,
una mujer extendida a su lado, la cabeza apoyada en su regazo,
los ojos cerrados, los brazos escondidos en el amplio vestido rojo
que se extendía alrededor, como una llama,
sobre la estera color ceniza.
Él le pasaba lentamente una mano por el cabello: parecíasobre la estera color ceniza.
acariciar la piel de un animal precioso y aletargado.
Seda, A. Baricco