miércoles, 21 de abril de 2010

Llueve sobre Chernobyl


Sabía que acabaría reviviendo la barbarie humana, 
en mi piel. 
El impacto de según qué informaciones hacen mella, 
como el golpe de un martillo sobre la madera.
A los 20 minutos de dormirme me despierto 
empapada en lágrimas, sollozando, gimoteando en voz alta.
Mis propios gruñidos me han despertado y 
bajo el silencio de la oscuridad no encuentro consuelo 
posible a las pesadillas que me atormentan. 
Hace un mes que aquello me dejó impresionada. 
Ha sido esta noche cuando ha vuelto a aparecer.
Cuando ocurrió la terrible tragedia de Chernobil, 
después de que el nucleo de la central explotase 
(por irresponsabilidad y chapucería de los rusos), 
se continuó negando la situación, 
hasta pasados varios días. 
Días en las que toda la población estuvo viviendo 
en aparente normalidad bajo oleadas de radiación 
en cantidades mortiferas. 
Cuando se dió la alarma, era bastante tarde. 
Ya no había remedio ni cura posible para muchas 
de esas personas. 
Esto se vería varias décadas después 
(cánceres, mutaciones, abortos, malformaciones, etc.).
Para hacer frente a las tareas de limpieza 
de la misma central
(había que sacar el material altamente radioactivo 
del epicentro de la explosión y enterrarlo) 
surgieron un grupo de expertos en esa tarea 
denominados "Los liquidadores".

Una puerta de separación. 
Afuera la catástrofe, el desastre, muerte, destrucción. 
Tú me miras, bajas la cabeza y sales por esa puerta. 
No hay salvación posible para tí. 
Y yo aullo tu nombre, esas breves palabras 
que me atan a tí para llegar a salvarte. 
"Papáaa!!".
Pero es tarde, te has marchado, 
cerrando la puerta tras de tí. 
Y yo ya no puedo hacer nada para salvarte. 
Una última mirada, a través del cristal de la puerta. 
Y un adiós en silencio. 
La despedida más triste del mundo.

Despierto horrorizada. 
Desearía llamarte y poder oir tu voz, 
pero son las 4 y media de la mañana y pienso 
que duermes tranquilo en tu cama, dejándote llevar 
por el vaivén de la respiración. 
 En silencio... 
el mismo silencio que ahogaba mis pesadillas.
El mismo silencio que aparece en mi boca,
cada vez que necesito decirte que te quiero.

1 comentario:

antonio dijo...

Descubro tu blog
me gusta.
Y mucho
saludos.